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El archipiélago verde

Si hay algo que nos preocupa en la actualidad, es la deforestación. El mundo perdió 15,8 millones de hectáreas de bosque tropical en 2017: el doble del tamaño de Andalucía. Y eso es mucho. Como dije en la entrada anterior, desde el espacio se ve un patrón extraño entre Europa y Japón, y empecé a investigar.

(Imagen: Google Maps)

(Imagen: Región de Kinai)
Y la razón es... Porque Japón deforestó de manera más grave y mucho más rápido que Europa. Tanto, que tenía un problema serio de deforestación hace 300 años, consecuencia del prolongado uso insostenible de los bosques. Ya desde los años 600-850 D.C. había deforestación grave en la región de Kinai, debido a la construcción en Nara y Heian, así como la demanda de madera por parte de la élite gobernante para abastecer ejércitos, y construir castillos y monumentos religiosos. La selva era “explotada” más que aprovechada. Se cosechaban la madera y demás productos forestales sin molestarse en procurar el abasto futuro.


(Imagen: Europa Universalis IV: Japón 1444)
Cuando la población japonesa era pequeña, su dependencia por el bosque era más o menos sostenible.  Esta situación comenzó a cambiar alrededor del 1570. Para entonces la población del Japón había aumentado a 10 millones de habitantes, y la necesidad de productos forestales había crecido de manera correspondiente. Conflictos militares de gran escala durante los 1500s requirieron de grandes cantidades de madera para los ejércitos. Con la llegada de la paz con el Shogunado Tokugawa, siguió un periodo de crecimiento urbano y proyectos de construcción monumental de castillos y templos, que durante los 1600s aumentó la tala de bosques a niveles nunca antes experimentados en Japón. El conflicto entre aldeanos y gobernantes sobre el uso de suelo – ya sea para productos de subsistencia para el pueblo o para satisfacer la demanda de madera de los gobernantes – se volvió más intenso. Para el 1670 la población había aumentado a casi treinta millones, y con la excepción de Hokkaido, los bosques viejos habían sido talados en su totalidad. El abasto de madera y demás productos forestales peligraba.

La solución llegó 100 años después en 1670, Japón comenzó a responder a este reto ambiental con una “inflexión positiva” que transformó en sustentable el previo uso insostenible del sus bosques. Es difícil identificar con certeza el punto de inflexión inicial, pero parece haber derivado de la tradición centenaria de cooperación entre aldeanos para protegerse de bandidos, distribuir parcelas de arroz y agua de riego y almacenar arroz. Hasta entonces ésta cooperación no se extendía a la gestión de bosques, pero los poblados empezaron a responder a la crisis forestal refinando la gestión del bosque secundario satoyama para sus necesidades de subsistencia, y por primera vez plantaron cedro japonés (sugi) y ciprés japonés (hinoki) para satisfacer las demandas de madera de sus gobernantes.

La gestión de bosques continuó a desarrollarse y expandirse en conjunto con un “círculo virtuoso” de mejoras silviculturales mutuamente reforzadoras, instituciones sociales para el uso de los bosques, e instituciones del mercado de la madera.. La “inflexión positiva” que comenzó con la extensión de la cooperación entre aldeanos a la gestión de tierras forestales estimuló una serie de cambios mutuamente reforzadores que frenaron la deforestación y eventualmente resultaron en la reforestación del Japón. La deforestación fue severa y la reforestación tardó mucho en finalizarse, culminando en los 1920s.

Por lo tanto, Japón no es que tuvo una cultura mejor a la europea, si no que acabaron con sus bosques antes que Europa y cuando estuvieron en la peor situación los cambió. Fue la propia necesidad de una situación desastrosa. 


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